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COSACOS en LIENZ
N.D.Tolstoy,
“Las víctimas de Yalta", capítulo 7
En invierno del 1944/45 los
servicios de intelegencia de las fuerzas aliadas en Italia comienzaron recibir
la información sobre una gran concentración cosaca en el norte del país.
Aunque las últimas historias que mencionan la presencia de los cosacos en
estos lugares se relacionan con los tiempos de la famosa campaña de Suvorov
del año 1799 en los Alpes, por sí mismo la presencia de los cosacos y los
rusos en Italia no causó mucha sorpresa. Después de la ofensiva en Anzio,
emprendida para la penetración de la línea de Gustavo, las tropas
anglo-americanas constantemente tomaron prisioneros de origen ruso,
principalmente obreros de los batallones de trabajo. Pero la aparición de los
cosacos en Italia era realmente “poco frecuente” ó “poco comun”, por decirlo
menos.
En los años 1914 - 1917 los cosacos
se revistieron de gloria, heroicamente luchando en el frente del este. La
mayoría de los combatientes cosacos libraron una feroz resistencia a la
revolución rusa de octubre: aun veinte años despues con orgullo recordaban
los tiempos de la monarquía y batallas heroicas contra los usurpadores- los
bolsheviks. Cuando en el año 1920 en Kubañ se consolido el régimen soviético,
esta región se transformo en un foco de frecuentes levantamientos cosacos en
contra del nuevo sistema gubernamental soviético, y cuando en 1942 el Ejército
Alemán se adentro en esta área, la gran parte de la población cosaca recibió a
los ocupantes como los libertadores del yugo de los bolsheviks.
Los alemanes se comportaron en Kubañ
relativamente correcto, allí no sucedió prácticamente ningún caso de
salvajismo y crueldad, tan frecuentes en otras áreas del país ocupado. A los
terratenientes les fueron devueltas las propiedades y los equipos agrícolas,
alguna vez expropiados por el régimen soviético, y los cosacos gozaron de
relativa tranquilidad en las tradicionales stanitsas (aldeas) cosacas
restablecidas. Muchos fueron voluntariamente a prestar sus servicios en los
regimientos de apoyo alemanes. Los cosacos no consideraban como “traición del
estado” la renovación y continuidad de su lucha en contra del régimen
soviético, sobre todo ahora, cuando la liberación absoluta del yugo soviético
ya se veía tan de cerca. Cuando, a finales del año 1942, los partisanos
soviéticos (ó la guerrilla) intentaban penetrar en la región, encontraron una
fuerte oposición y rechazo de la población local. Pero después de la batalla
de Stalingrado todos entendieron que la retirada del ejercito del Wermacht
podría empezar en cualquier momento. De hecho, muy pronto las autoridades
militares alemanas notificaron sobre la retirada a los habitantes, y junto
con las tropas comenzó la evacuación masiva de todos los que temieron a las
represiones soviéticas.
Millares de cosacos se movieron al
oeste. El viaje era muy duro, a pesar de la ayuda alemana. Los caminos
atravesaban las estepas, las pertenencias las transportaban en carros y
caretas. Los alemanes asignaron a los refugiados cosacos las cercanías de la
ciudad de Novogrudka, a mas de cien kilómetros al oeste de la ciudad de Minsk.
Aquí se instalaron, comenzaron trabajos agrícolas y de ganadería. De acuerdo a
la tradición cosaca, se efectuaron las elecciones del ataman – fue elegido el
señor Pavlov, un oficial de tropas de ingeniería, sobre quien los cosacos
guardan recuerdos hasta este momento, como del verdadero líder popular. Era el
hombre excepcionalmente capaz en la organización y la administración, y en
muchos aspectos gracias a su liderazgo e inteligencia a los cosacos les era
posible efectuar el difícil traslado desde las costas del Mar Negro hasta los
límites fronterizos con Polonia. Bajo su mando en Novogrudka fueron
reconstruidas las iglesias, los hospitales y las escuelas.
Pero en 17 de
junio del 1944, el ataman Pavlov fue asesinado afueras de la ciudad bajo
circunstancias desconocidas hasta ahora: es muy posible que fue ejecutado por
los partisanos soviéticos en venganza; también circularon rumores, que él fue
alcanzado por un disparo de un gurdia de patrulla cosaca a la hora del toque
de queda, cuando en la oscuridad el ataman contestó erróneamente a la
contraseña... Bajo la supervisión del oficial alemán de las tropas de
comunicaciones, mayor Muller, de inmediato se efectuaron las elecciones del
nuevo ataman de campaña - Timofey Ivanovich Domanov, ex - mayor del Ejército
Rojo. Hombre bueno y extremadamente honesto, sin embargo carecía de
personalidad tan brillante como lo era Pavlov. Muchos cosacos hasta el día
de hoy están convencidos y aseguran que si Pavlov permaneciese con vida en
aquellos tiempos difíciles - podría salvar a su pueblo del triste final que le
preparaba el destino...
El Stan Cosaco en Novogrudka, que se
convirtió en refugio para los cosacos de Kubañ, de Don y de Terek, vivía según
las viejas leyes y normas cosacas. Los hombres nuevamente se vistieron en
tradicionales cherkeskas, algunos incluso usaban el uniforme militar, que
lograron a conservar desde los tiempos del Zar Nicolás II. Se restablecieron
las costumbres, las viejas canciones comenzaron a sonar en las noches. También
llegaban los emigrantes cosacos desde Europa occidental, ansiosos en
participar en el proceso de liberación de su país. Entre ellos se encontraban
los participantes renombrados de las primeras batallas con los bolsheviks de
los años 1918 - 1921: los generales Peter Krasnov - ex - ataman de los
cosacos de Don, y Vyacheslav Naumenko, ex - ataman de los cosacos de Kubañ.
Fue un período corto de renacimiento de la vida anterior, de las tradiciones,
de la cultura y de las normas de vida nacionales, que pronto fueron destinados
a desaparecer en la eternidad...
El uniforme militar se usaba no
precisamente para la glamour de la época. Los bosques alrededor de Novogrudka
fueron repletos de los partisanos, contra quienes el armado hasta los dientes
Wermacht demostró ser completamente impotente. El ataman Pavlov organizó a los
hombres en grupos paramilitares, y aunque a su disposición había solamente la
escasa reserva de rifles de pequeño calibre, que les proveyeron los alemanes,
además de moderno armamento soviético adquirido como trofeo en combates
locales, los cosacos lograban mantener a los partisanos en respetable
distancia de sus poblaciones. Sin embargo, a pesar de que fueron mantenidas y
conservadas las estructuras cosacas de los regimientos y los rangos militares
tradicionales, las formaciones cosacas en Novogrudka no fueron mas que unas
tropas paramilitares de autodefensa popular.
La vida en Novogrudka era difícil,
pero los cosacos hasta ahora recuerdan aquellos tiempos con buenas palabras.
Casi cayeron al olvido las últimas ejecuciones, las torturas y el trabajo
esclavizado, los niños recibían una buena educación, los adultos disfrutaban
de los frutos de su trabajo en el campo, y el sonido de las campanas llamaba a
los feligreses al rezo por las tardes. Sin embargo, muy pronto todo eso
termino.
En septiembre del 1944 las
autoridades alemanas concedieron a los cosacos un nuevo refugio: en el norte
de Italia, en una de las pocas regiones, que todavía seguía bajo la autoridad
del Reich agonizante. Fue seleccionada la región más alejada de la línea del
frente y de la ofensiva del Ejército Rojo. El pequeño pueblo cosaco nuevamente
se movió con todas sus pertenencias, atravesando Polonia, Alemania y Austria.
En Italia, al principio, ellos fueron alojados en la localidad de Gemona, y
posteriormente fueron transferidos a Carnia,
en Tolmezzo. Allí los alemanes entregaron a los cosacos las concesiones de
tierra e inmuebles, lo cual por su puesto causó el descontento de la población
local. En el nuevo lugar los cosacos organizaron su vida según las normas de
stanitsas (aldeas) cosacas de Don, pero de todas maneras eran unas estructuras
militares mas bien poblacionales, que del Ejército propiamente tal, como lo
era antes- en sus tierras natales. Sin embargo sus tropas otra vez fueron
consideradas en la lucha contra los partisanos comunistas y terroristas
locales. En estas condiciones y en esta calidad se encontraban en primavera
del 1945, cuando las líneas del frente ya se avecinaban a esos lugares.
En Tolmezzo, además de los cosacos,
también residían miles de representantes de los pueblos del Cáucaso:
georgianos, armenios, azerbaijanos, osetinos y otros. Su historia en muchos
aspectos es muy similar a la historia de los cosacos. Principalmente eran
los miembros restantes de las tropas nacionalistas, formadas por los germanos
supuestamente para la liberación de su Patria del yugo comunista. Cuando esta
meta llegó a ser totalmente irreal, los alemanes movieron a algunas de estas
formaciones al frente occidental, en Francia y Países Bajos, y la mayoría de
los azerbaijanos se encontró para aquel entonces en el frente italiano, como
miembros de la división turca Nº 162, y tenían la temida reputación de feroces
combatientes, que nunca se rendían y luchaban hasta el último. Algunos
georgianos también recibieron las instrucciones de parte de los alemanes para
trasladarse a Carnia. El centro de operaciones de los caucásicos fue situado
en las montañas, en la localidad de Poluzzo, varios kilómetros al norte de la
población cosaca en Tolmezzo. La estructura organizacional de los caucásicos
era muy precaria, en comparación con la de los cosacos (probablemente, era muy
difícil de organizar uniformemente a una multitud de gente diversa, que hablan
diecisiete idiomas distintos y confiesan diversas religiones – desde la
religión ortodoxa como los cristianos de Georgia, hasta el Islam como los
chiitas de Azerbaiján). Igual que a las poblaciones cosacas en emigración, a
los cuarteles caucásicos se unían muchos compatriotas, llegando en grupos o en
solitario desde toda la Europa central. Es posible, aunque es difícil de
afirmar con la determinación absoluta, que los representantes de estos
cuarteles tenían algún grado de responsabilidad en los casos del trato severo
y cruel con la población local. Los alemanes publicaron mucho sobre estos
casos: como en Francia, aquí fue desatada una política de odio, intolerancia
y miedo a todo “lo ruso".
Fue en principio de primavera del
1945, cuando la primera vez los altos mandos de las fuerzas aliadas en Kazerta
seriamente enfocaron su atención en los cosacos de Tolmezzo. En aquel entonces
los aliados desarrollaban sus planes respecto al ataque en la línea de Gustavo
y de la invasión en Bolonia
– para posterior avance rápido hasta el valle del río Po. En los
Alpes de Carnia actuaban las tropas de fuerzas especiales inglesas, donde
servio Sr. Patrick Martin Smith. Los partisanos locales de tendencia anti
-comunista le informaron que en otoño del año anterior los cosacos
establecieron contacto con ellos, con el propósito de asegurar el apoyo de los
aliados, en la victoria de los cuales no quedaban menores dudas. Martin Smith
inmediatamente se entusiasmó con la idea de convencer a los cosacos de
efectuar cortes y descarriamientos en los tramos de la línea de ferrocarril
Willach - Udin, una de las dos líneas principales de comunicación y
abastecimiento del Ejército Alemán en Italia. Esta operación podía jugar un
papel importante en la invasión. Pero desde el cuartel en Kazerta, Martin
Smith no obtuvo ninguna autorización ni tampoco respuesta. Como él entendía,
en la Comandancia no quisieran que los cosacos fueron enterados sobre la
fecha del próximo ataque. Posteriormente su romántico plan fue absolutamente
descartado por los acontecimientos que se desenrollaban: los alemanes
comenzaron la operación de proporciones en la zona, teniendo como el blanco
principal a los partisanos de Carnia, y a mitades del mes de abril las fuerzas
de Alexander sin dificultad avanzaron, ocupando a Imola y Bolonia. A finales
del mismo mes, los aliados podrían iniciar el ataque a Tolmezzo en forma
absolutamente independientemente.
El ataque a la división cosaca
comenzó en la noche del 6 de mayo. Después de salir del campamento en
formación completa de combate, las tropas inglesas se movieron desde el este
por el valle montañoso de Tagliamento. De pronto, todos entendieron que nadie
tiene intenciones de oponer resistencia, y las tropas avanzaron más rápido. Al
mediodía, después de entrar a Tolmezzo, los ingleses se dieron cuenta que
llegaron tarde: aquí ya no estaban ni los cosacos, ni los caucásicos, ellos
encontraron solamente a un grupo de musulmanes deprimidos de la división
turca. Los ingleses se conformaron placidamente con esta terminación
pacífica. Además, después de la hora del té de este mismo día, llega la
noticia que todos esperaban desde hace mucho tiempo, como fue expresado por el
secretario de la brigada, "el mejor reporte de toda la guerra": la
confirmación de rendición y capitulación incondicional de todas las fuerzas
alemanas en esta región. Desgraciadamente, el batallón no podría celebrar
dignamente este importante acontecimiento, solamente se limitaron de una
porción adicional de cerveza.
La tarde pasó
en calma. Posteriormente se rindió la tropa de los georgianos, donde muchos
oficiales eran príncipes, y el comandante – la bellísima princesa georgiana
Maryanna. Estos nobles georgianos vivieron en un mundo irreal y romántico,
muy pronto destinado a desapareser en la eternidad. Solamente diez días antes
de la rendición de la tropa, el príncipe Irakliy Bagration se presento en la
embajada inglesa en Madrid, y declaro que 100.000 de los georgianos, que se
encontraban en servicio al Ejército Alemán, se entregarían a los aliados,
siempre y cuando los ingleses prometan de no enviarlos a la URSS. El
Ministerio del Interior británico dio instrucciones a su embajada de no
entregar respuesta a esta oferta.
Sin embargo ¿donde se encontraban
las fuerzas principales cosacas y caucásicas? Cuanto más cercano era el día
de la capitulación de Alemania, más frecuentes fueron las discusiones entre
los integrantes de las tropas: ¿qué hacer, qué curso hay que tomar?
Obergruppen- Fürer Globochnik, comandante local de las fuerzas nazi, ordenó
permanecer en sus posiciones, pero sus órdenes y amenazas tenían influencia
mínima sobre los cosacos. Sorpresivamente, en una de las noches, los
comandantes alemanes de la división caucásica desaparecieron, después de
entregar el mando de la división al emigrante Sultán - Giréy Klych. Los
exiliados eran libres de definir su destino, pero tampoco tenían mucha
elección, y finalmente todo se resolvió por sí solo.
Los partisanos italianos día tras
día se hacían más activos. La amenaza especial para los habitantes de Tolmezzo
fue representada por las tropas de los partisanos pro – comunistas, bajo el
mando de un sacerdote católico: ellos incendiaron y destruyeron completamente
un hospital cosaco, donde en llamas fallecieron muchos heridos y enfermos. En
27 de abril en el cuartel de Domanov en Tolmezzo se presentaron tres oficiales
italianos, exigiendo a los cosacos que entregan las armas y abandonan el suelo
italiano. A Domanov no le atraía la perspectiva de entrega y rendición
incondicional exigida por el enemigo, eso sí – se acordó conducir a las tropas
cosacas fuera de las fronteras de Italia, pero rechazó en absoluto la
propuesta de entregar las armas. Estas condiciones fueron aceptadas por los
italianos, y en 28 de abril los cosacos y una parte de los caucásicos
abandonaron el lugar y se trasladaron al norte.
Se marcharon a medianoche, llevando
lo más necesario y solamente lo que era posible embarcar a las carretas o
cargar en los hombros. Encabezaban la caravana las tropas de caballería, con
el personal de la Comandancia de Domanov, seguidos por los regimientos de
Don, de Kubañ y de Terek; tras ellos se movía la caravana infinita de los
carros y carretas cargadas con armas y municiones, con pertenencias
personales, ancianos, mujeres y niños. A la cabeza de la columna iba el Fiat
personal del viejo general Krasnov. Domanov con su escolta se quedo esperando
a las tropas procedentes de la localidad de Udina, y posteriormente se
incorporó a la caravana principal. Para protección de los ataques de los
partisanos, al sur de Tolmezzo se instalo la tropa de retro – guardia,
compuesta por centenares de cosacos de Don y de Kubañ.
El traslado de los cosacos a Austria
era difícil y peligroso. Al principio debieron enfrentar a los ataques
permanentes de los partisanos italianos. Después, cuando ascendieron a las
montañas, donde el camino se tuerce bordeando las quebradas y los precipicios,
el tiempo se puso en contra de ellos: la caravana avanzaba bajo la tormenta de
lluvia helada y nieve. Muchos fallecieron por el camino; algunos - de los
disparos de los partisanos, otros - del frió y enfermedades, también había
gente que se resbalaban al precipicio. Finalmente, bajo la tormenta de nieve
incesante, los cosacos cruzaron la cordillera en la frontera con Austria y
descendieron al valle del río Giulia. En la noche del día 3 de mayo las tropas
de Domanov entraron al pueblo austriaco de
Mauten - Katschach. El accidentado Fiat del general Krasnov fue
arrastrado con un cable por otro vehículo. El aire sobre la aldea se
estremeció con el sonido victorioso de las trompetas del regimiento de Don,
bastante afectado por el cansancio y las dificultades superadas por el camino.
Dos oficiales se fueron adelante, para averiguar qué pueden hacer después: el
Reich, aunque agonizado, hasta el momento todavía existió de hecho, y a los
cosacos estaba terminantemente prohíbido salir de Italia.
El kraislayter de la región, Julian
Kollnits, mantuvo vivos recuerdos sobre la llegada de los cosacos. Se
presento ante él para las negociaciones un general cosaco en uniforme de gala
y a través de su traductor, un emigrante cosaco de Berlín, solicito la
información sobre las posiciones de las tropas enemigas y los lugares, donde
por ahora continúan los combates, también pregunto sobre los planes respecto
de sus tropas y ¿donde debe permanecer su ejército de acuerdo a la actual
situación? Kollnits contesto, que las autoridades de la Comandancia en
Klagenfurt autorizaron el paso de su
gente, considerando que la guerra y los combates en términos prácticos ya
llegaron a su fin. Esta noticia realmente decepciono a los cosacos, y le
creyeron solamente después de confirmarlo personalmente a través de una
conversación telefónica con el oficial - ayudante del Gauleiter de Klagenfurt,
Sr. Timmel.
Decidieron que los cosacos
continuarán su marcha al norte. Según Kollnits, la caravana la integraban 32
mil de cosacos, incluyendo a los ancianos, mujeres y niños. El punto del
destino (convertido posteriormente en una arena de dramáticos acontecimientos)
fue seleccionado en forma absolutamente casual. El comandante de la milicia
local en esta región era Norbert Shluga, natural del valle de Giulia,
precisamente a donde los cosacos tenían intenciones de llegar. A Shluge no le
simpatizaba esta perspectiva; los cosacos, siertamente no tomarian a su
pueblo natal y aldeas adyacentes por asalto, pero la cantidad impresionante
de caballos cosacos, indudablemente, acabarían con toda la hierba, el pasto en
el valle. Después de consultarlo con Kollnits, Shluga convenció a los
cosacos que el camino a través del valle era totalmente inutilizable para los
caballos, y por lo tanto era mejor ir al norte, al valle del río Drau.
Los cosacos aceptaron. Durante tres
días y dos noches sus escuadrillas avanzaban al norte. En la intersección de
dos valles, en Mauten, Shluga instalo una patrulla de la milicia popular, para
impedir que los cosacos vayan al valle de Giulia. El mismo Shluga todo este
tiempo permaneció en pie y atento, y en varias ocasiones le fue necesario
explicar a los cosacos (que dudaban sobre el hecho que su ruta realmente está
modificada) y que este era el camino más conveniente.
En Mauten, a disposición de los
generales cosacos y del personal de la Comandancia fue entregado un hotel del
terminal de trenes. Desde aquí el general Krasnov con melancolía observaba por
la ventana la ruina y fin de sus esperanzas. En búsqueda del forraje para sus
queridos caballos, los cosacos seguían su marcha al norte, en las noches se
acampaban donde podrían, muchas veces - al costado del mismo camino. Entre
ellos se movían los grupos solitarios de los soldados alemanes, con toda su
apariencia demostrando la derrota completa de Alemania Nazi. El viejo general
fue testigo de una escena repugnante, cuando los cosacos atraídos por la
desesperación comenzaron a robar a los soldados alemanes. Esta vergonzosa
violación de la disciplina militar y además dirigida en contra de un aliado
derrotado, simbolizaba el final de los cosacos mismos. Sin embargo, según lo
que me contó Kollnits, no había incidentes serios durante la estadía de los
cosacos en esta región, y por cierto, en ningún caso había una " feroz batalla
campal", sobre la cual escribió el diario “Time" en 8 de mayo.
Después de una larga y difícil
cabalgada efectuada por el convoy cosaco, con todas sus pertenencias a la
carga (esto se asemejó mucho a la migración de un pueblo nómada, y no al
desplazamiento ordenado de un ejército regular), éste se adentraba lentamente
al valle del río Drau. Muy pronto, a unos pocos kilómetros, entre los campos
idílicos, avistaron la soñolienta ciudad tirolesa de Lienz. En las colinas de
esta localidad había suficiente espacio para instalar las tiendas de campaña y
para pastar a los caballos. Los cosacos llegaron a Lienz en Pascua (Ortodoxa),
en Día de Esperanza, los sacerdotes organizaron las misas y oraciones en el
campo abierto, y sus feligreses se besaban exclamando con alegría: "¡Cristo
resucitó!".
En 4 de mayo, Domanov condujo a
Lienz el ultimo grupo cosaco. El ataman se instalo en el hotel con el general
Krasnov, y juntos por horas discutieron ¿qué hacer después? No había mucho que
elegir, todas las dudas se relacionaban solamente con un plan real - a quien
deben entregarse ¿a los norteamericanos ó a los ingleses? Krasnov, siendo
emigrante, conoció mejor la política internacional, y afirmó que los ingleses
entenderían la situación actual de los cosacos con mayor condolencia y
comprensión. De hecho, los ingleses mas que nadie ofrecían ayuda más sincera
e importante al Ejército Blanco en su lucha contra los bolsheviks durante la
Guerra Civil, y precisamente fue Churchill, quien en aquel entonces era el
ministro y secretario del estado británico para los asuntos militares, era el
partidario más entusiasta de la intervención militar inglesa en Rusia.
Ciertamente, muchas aguas cayeron desde entonces, los tiempos cambiaron mucho,
pero nadie podría creer que un caballero inglés realmente sería capaz de
abandonar en desgracia a su viejo aliado... Krasnov también confiaba en la
ayuda y colaboración del mariscal del campo Alexander, el comandante-en-jefe
de las fuerzas aliadas en Italia. De hecho en aquella época, durante la
Guerra Civil, cuando Churchill enviaba la ayuda financiera y militar al
Ejército de Denikin, Alexander participo personalmente en combates en contra
de los bolsheviks en Kurlandia. Incluso ahora, durante toda la WW-II y hasta
este momento, el mariscal Alexander con el orgullo llevaba puesta en su
uniforme La Orden del Imperio Ruso, la condecoración honorífica entregada por
el general Yudenich en aquellos tiempos y el general Krasnov por la misma
campaña fue condecorado con La Cruz Militar inglesa. En una palabra, el
viejo general no dudó ni un instante en que Alexander estimará debidamente y
considerará la lealtad de los cosacos a su Patria. Incluso entre los mismos
cosacos circulaba la leyenda romántica sobre el hecho de que el mariscal del
campo, quien amó a todo lo ruso, encontró en Rusia a su futura esposa.
El ex - mayor del Ejército Rojo,
ahora ataman de las fuerzas rebeldes, Domanov no tenia algún argumento en
contra, y decidieron enviar a la delegación de regreso, cruzando la
cordillera, para el encuentro con los ingleses. El jefe de la delegación fue
el general Vasiliev, lo acompañaron el joven teniente Nikolay Krasnov- el
nieto de Peter Krasnov, y Olga Rotova - la joven cosaca, que tenia
conocimiento del idioma inglés. Fueron ellos los que dejaron para nosotros,
futuras generaciones, las evidencias y sus testimonios sobre estas
negociaciones.
Apresuradamente
amarraron a la cubierta del auto un pedazo de tela de color blanco, que tuvo
que representar una bandera y la delegación cosaca se dirigió al sur. Según
las memorias y comentarios de Olga, " era sabido solamente por Dios, el futuro
que nos esperaba y nuestro destino". Poco después de salir de la aldea, los
detuvo un tanque inglés. Tenían que dar las explicaciones de los motivos de
su viaje, y fueron enviados al cuartel general del regimiento inglés en
Poluzzo, y de allí – al cuartel de la brigada en Tolmezzo, el mismo lugar de
dónde se fueron hace una semana. Los italianos, reconociendo sus uniformes
cosacos, y mientras avanzaba el vehículo, la muchedumbre les "saludaba" a
gritos: ¡"Alli van los cosacos – los bárbaros!" El cuartel del general –
mayor Robert
Arbuthnott,
el comandante de la división de infantería Nº 78, se ubicaba en la misma casa,
donde solamente una semana antes se alojaba el cuartel del general Domanov.
El general inglés invitó a los cosacos a su oficina, se sentaron todos, menos
general Vasiliev, ex - oficial del Regimiento Cosaco del Ejército Imperial,
prefiriendo de pie explicar al general inglés el motivo de su visita. Él dijo
que los cosacos no tienen ningunas diferencias ideológicas con los aliados
occidentales. Desean solamente continuar la lucha con los bolsheviks y para
este fin solicitan su autorización para poder reunir sus tropas con el
Ejército del general Vlasov. El general inglés no tenia conocimiento alguno
sobre la figura de Vlasov, y general Vasiliev tenía que describir e informarlo
sobre el Ejército Ruso de Liberación y sus propósitos. "Lo primero que tienen
que hacer todos los cosacos es entregar las armas", dijo
Arbuthnott.
La traductora,
Olga Rotova, escribe:
"Al escuchar
esto, general Vasiliev preguntó:
- ¿Consideran Ustedes al grupo
cosaco como prisioneros de guerra?
A lo cual
recibió la respuesta del general
Arbuthnott:
- No, como los prisioneros de guerra
consideramos a todos los que fueron apresados en condiciones de combate, con
armas en las manos. Pero a Ustedes los considero solamente “transmitidos
voluntariamente” ".
Pero no tenían oportunidad ni tiempo
para discutir detalladamente sobre el asunto del estatus. En este momento en
la sala de negociación se presento el brigadier Jeffrey Messon, de la brigada
de infantería Nº 36. Por petición de
Arbuthnott, Vasiliev
nuevamente explico la posición, la situación y los propósitos de los cosacos,
respecto a qué Messon le indicó que lo más importante que se exige a los
cosacos – es entregar cuanto antes las armas. Vasiliev se opuso, ya que la
determinación de este tipo la tenia que tomar solamente el general Domanov,
por lo cual ambos generales ingleses decidieron en la mañana del día siguiente
dirigirse al cuartel del general Domanov en Katschach, para discutir las
condiciones de la rendición.
Considerando la impaciencia con qué
Domanov y Krasnov aguardan su regreso, Vasiliev y sus camaradas desearon
inmediatamente retornar a través de la cordillera, pero
Arbuthnot
y Messon no quisieron escuchar nada de esto; insistieron que los huéspedes
sin falta disfrutaran del té y de su hospitalidad. Después del té
Arbuthnot
mantuvo una amigable
charla con Krasnov- júnior, fue entonces cuando aquel le contó como los padres
lo llevaron lejos de Rusia cuando todavía era un niño pequeño, y que vivieron
en Yugoslavia, y cuando comenzó la guerra, él guerreó en el ejército de rey
Peter en contra de los alemanes y fue capturado por ellos, y allí le
propusieron unirse a la formación cosaca anti -comunista y anti -soviética. Él
aceptó esta oferta, pero rechazó la de servir en África, a donde fue asignado,
puesto que en este caso para él sería necesario guerrear en contra de los
aliados de Rusia de la época de la primera guerra mundial- los ingleses.
Ciertamente, el “anfitrión” Arbutnot
preguntaba a sus huéspedes por mera curiosidad y de cortesía, pero de todos
modos desde el comienzo él estuvo en conocimiento que entre los cosacos había
muchos que nunca eran ciudadanos soviéticos.
Cuando los huéspedes se levantaron
para irse, Messon paso a Olga Rotova un paquete grande con té, azúcar y
chocolate, él insistió en que ella sin falta tomara este regalo, y junto con
Arbuthnot
salió a la calle
para despedirse con los cosacos. Esta manifestación de la hospitalidad inglesa
deja una impresión profunda en tan cambiable muchedumbre italiana, que
gritaron "¡Urrra!", y una muchacha, conmovida, entrego a Olga un ramo de
flores. Escoltados por los tanques ingleses los mensajeros cosacos
emprendieron su camino de regreso a Katschach y a las 21:30 PM informaron a
Domanov y a Krasnov sobre los resultados de su misión. La noche entera no se
apago la luz en el cuartel cosaco. Los generales en vano trataban "descifrar"
las respuestas poco coherentes de los ingleses.
Al amanecer, 30
minutos antes de la hora acordada, el comandante de brigada Messon, acompañado
por los personeros de las autoridades ingleses llegó al cuartel cosaco. El
encuentro ocurrió en el comedor del hotel, donde se alojaba Domanov. Los
saludos y los apretones de manos amigables, dieron un tono casi informal a
toda la conversación, y los cosacos, con impaciencia tratando de captar la
menor manifestación de intenciones favorables de los ingleses, concluyeron que
los tratan no como a los enemigos o los presos, si no como los colegas y
aliados de una operación administrativa. Los comentarios hechos por el
comandante de brigada Messon también eran prometedores: él dijo que los
cosacos pueden mantener sus armas en toda la ruta mientras que se dirigen al
punto de la reunion con las fuerzas inglesas. Posteriormente, acomodaron sobre
la mesa el mapa de la región, y Messon explicó que todas las fuerzas rusas y
cosacas deben acamparse en el valle del Drau; los cosacos – en
contracorriente del río entre las localidades Lienz y Oberdrauburg, y
caucásicos - mas abajo, entre Oberdrauburg y Dellach.
Con esto se terminó la reunión,
sobre los puntos a considerar en condiciones de entrega de los cosacos.
Cosacos se sintieron contentos, que los ingleses demostraron la poco común
comprensión, y el comandante Messon estaba alegre y feliz, que lograron
sobrepasar casi sin problemas un asunto tan delicado. Como dice una nota en el
diario militar de la brigada 36, "en caso de rechazo por los cosacos de las
condiciones de rendición podíamos encontrarnos ante una fuerza militar de gran
envergadura, que sería necesario considerar, y de ningún modo nosotros
podríamos sentirse fuera de peligro y totalmente seguros hasta finalizar su
capitulación completa".
Al terminar con
todos los asuntos pendientes, los contratantes se sirvieron el desayuno,
durante el cual brindaron con vino y mantuvieron amistosas conversaciones. Al
mismo día ante los líderes militares de las fuerzas cosacas se presentaron los
correspondientes de los diarios “Time" y “Daily Mail" – para tomar
entrevistas. Desearon saber ¿cómo y porqué los cosacos abandonaron la URSS y
como se encontraron en Austria? El general Domanov describió, acompañando sus
comentarios con cartas y mapas, como el régimen bolshevik desató una verdadera
guerra cruel e incondicional en todos los territorios cosacos; también les
conto como los cosacos efectuaron el difícil camino desde Kubañ y Don, su
tierra natal, hasta llegar a Tolmezzo, con un destino absolutamente incierto
y en la intercedumbre misma en el territorio extranjero, firmes y convencidos
solamente en uno: en ningún caso deberian permitir que alguno de ellos cayera
nuevamente en las manos de Stalin y de su régimen. Estos mismos reporteros,
probablemente conversaron anteriormente con general Vasiliev, pero ni la
entrevista ni las fotografías nunca aparecieron publicados en la prensa.
En la tarde del mismo día las
primeras tropas de la brigada de infantería Nº 36 entraron a Austria. Los dos
primeros batallones fueron encargados de la protección de los cosacos y de los
caucásicos. Un testigo describe este nuevo cruce de cordillera de los Alpes:
"éste era un Ejército extremadamente extraño. Los soldados eran vestidos con
el uniforme del Ejército Alemán, pero sus gorros de piel cosacos, sus largos
bigotes tendidos y las botas hasta las rodillas les daban un toque muy
especial y colorido, y si todavía consideramos que ellos se trasladaban
tradicionalmente con todas sus pertenencias cargadas sobre los carros y
carretas, con sus esposas y niños, acompañados de miles de caballos, de
ninguna manera podrían tener algún parecer con los alemanes. Este era el
cuadro restablecido de los tiempos de la guerra del 1812. Los cosacos son muy
conocidos de ser los jinetes notables y por excelencia, y durante todo el
recorrido confirmaban esta reputación. Las escuadrillas de caballería
galopaban al revés y al derecho por todos los caminos, obstaculizando el
movimiento no menos que los carros y carretas. Era absolutamente inútil
ordenarles cualquier cosa: muy pocos de ellos entendían el idioma alemán ó
inglés y los que sí entendían algo en otro idioma, de ningún modo manifestaban
interés mínimo de obedecer a las órdenes de los ingleses o de cualquiera que
no era su comandante cosaco. Con todo ese caos solamente podíamos
maravillarnos cómo ellos de una manera extremadamente rápida y ordenada
respondieron a la orden de reunirse en los puntos planificados de
concentración – ya en la mañana del día siguiente todos ellos estaban en los
lugares asignados. ¡Absolutamente todos - hombres, mujeres, niños, su
equipaje, sus miles de caballos, los carros y carretas, las vacas y buey,
incluso los camellos!".
Para la brigada Nº 36 fue fijado un
problema muy complejo. En una carta dirigida recientemente a mí, general
Messon escribió: " los oficiales y la comandancia en general se encontraron
con muchas dificultades. El país estaba sumergido en caos, había terminado
recientemente un invierno muy duro, los austriacos estaban en la confusión
completa, nadie sabía que tipo de dificultad enfrentaría mañana. Las
muchedumbres de gente, amigos y enemigos, vagaban por todo el país, muchos no
tenían un techo donde podrían encontrar un refugio, todos vivieron en una
escasez extrema. Distancias - enormes, caminos – totalmente inhabilitados
(entonces todavía no teníamos helicópteros). Los cuarteles y dependencias
administrativas se alojaban en tiendas de campaña o en pocos apartamentos
disponibles".
Messon acentúa que la brigada tenia
demasiados problemas para resolver, además de preocuparse de los cosacos, los
caucásicos y sus familias; el personal que tenia a su cargo a los cosacos,
trabajo en condiciones muy dificiles.
Es importante tener en cuenta por
lo menos algunos datos y números. Las autoridades inglesas no organizaron un
censo en el campamento cosaco, pero, según sus estimaciones, hecho en base de
las demandas para los productos, allí eran 23800 personas, incluyendo varios
miles de mujeres y niños. Los caucásicos, de acuerdo a sus cálculos
aproximados, eran 4800 personas. Los mismos cosacos, sin embargo, mencionan
otros números: entre 30 y 35 mil de personas acampadas. Sin embargo, la
rotación de gente en ese período era tal, que resulta casi imposible
determinar con exactitud, cuántos hombres fueron concentrados en el valle de
Drau durante el mayo del 1945. De todos modos, en lo que se refiere a la
cantidad de los caucásicos el número es relativamente exacto: según uno de
sus oficiales, en Tolmezzo, antes de su llegada a Austria, había 5 mil de
personas provenientes de Cáucaso.
En la segunda semana de mayo los
cosacos se concentraron en el valle entre Lienz y Oberdrauburg, se acamparon
en las costas de las aguas tempestuosas de Drau, a lo largo del camino
principal y del ferrocarril. Las jefaturas del general Domanov y del coronel
Aleck Malckolm, comandante del regimiento de Argil, fueron situadas en
Lienz. Los caucásicos fueron situados en Grofelhofe, hacia abajo por el
río; la comandancia del regimiento de Baffs se encontraba cerca, en Dellach.
El
comandante de las fuerzas caucásicas, Sultán- Girey Klych, con su diverso
ejército se entrego simultáneamente con el Ejercito de Domanov. Al igual que
Krasnov, Girey era un viejo emigrante, durante la Guerra Civil era aliado de
los ingleses y permaneció con barón Wrangel hasta el fracaso de su ultima
operación en la península de Criméa en año 1920. Entre los caucásicos Girey
tenía el mismo respecto y ese trato especial, como Krasnov entre los cosacos.
Inmediatamente después de su llegada a Grofelchofe, Sultán- Girey reunió su
Ejército y pronuncio un discurso. Él dijo que todos aquellos, que están en
condiciones de ir - especialmente la gente joven y solteros, deben huir
inmediatamente y olvidar sobre su sueño de liberar al Cáucaso y a su pueblo.
El mismo se considera demasiado viejo como para poder continuar la lucha, y
prefiere entregarse a la disposición del vencedor.
Muchos aceptaron esta propuesta y
huyeron, lo cual, a propósito, ilustra una circunstancia muy importante:
aunque los cosacos y los caucásicos formalmente fueron considerados como
prisioneros, los ingleses no podrían impedir las masivas huidas desde sus
campamentos. Los campamentos no fueron cercados por el alambre y fueron
resguardados esencialmente por los mismos prisioneros. Y sin embargo, el
campamento cosaco abandonaron muy pocos. Al parecer, los cosacos no tenían
demasiada confianza en ese muro de escarpadas montañas cubiertas de nieve, que
rodeaban el valle, tenían temor de encontrarse en un país desconocido, no bien
venidos y entre la gente extraña. Y además - y esta era la razón principal,
todos cosacos fueron unidos por la esperanza, que a todos ellos juntos
permiten legalmente instalarse y construir su nuevo hogar en cualquier rincón
del mundo libre.
Posiblemente al lector de hoy en
día, esta esperanza, probablemente parecerá como una utopía, pero en aquel
entonces muchos representantes de la inteligencia cosaca sinceramente creyeron
que los lazos de la unión temporal con la URSS inevitablemente se debilitaran
inmediatamente después del final de la guerra, y se esperaba que Inglaterra,
al igual que EE.UU., muy pronto tomaran, por decir lo menos, una posición
antipática y contraria a la política exterior e interior de la URSS. También
hay que considerar, cabe recordar, que en aquellos tiempos los acontecimientos
de la Guerra Civil no alcanzaron a convertirse en unos lejanos hechos de la
Historia pasada y muy distante. Desde el momento de la famosa "intervención
inglesa" en Rusia pasaron muy pocos años. En la misma Inglaterra, muchos
funcionarios del gobierno bien conocidos que participaban en aquella campaña,
todavía desempeñaban un papel muy significativo. Durante la Guerra Civil en
Rusia, Winston Churchill era uno de los ministros del estado y el partidario
más entusiasta de la ayuda y apoyo al Ejército Blanco; el Lord Killirn,
embajador en Egipto, el país que se convirtió en un punto de transito para
muchos emigrantes rusos, repatriados en los años 1943 - 1945, era el Comisario
Supremo y representante del almirante Kolchak en Siberia; el teniente-
general Burrous - el jefe de la misión militar en Moscú desde el marzo del
1944, y general- mayor Kolin Gabbins - el jefe de la SSO, en 1919 se
encontraban en la ciudad de Arjangelsk con el general Ironside; el mariscal de
campo Alexander, a los ordenes del cual se entregaron ahora los cosacos,
también combatió en aquel entonces contra los bolsheviks junto con Landsver
Báltico. Y aunque, sin lugar a dudas, muchos de ellos ahora tenían otras
responsabilidades y se encargaban de otros asuntos, sin embargo en los
círculos políticos, militares y diplomáticos ingleses, hubo mucha gente
informada y conocían bien la historia de los cosacos.
Si tomamos todo esto en
consideración, no encontramos como poco razonables algunas de las solicitudes
efectuadas por los cosacos. Por ejemplo, en 13 de mayo en el cuartel del
batallón de las fuerzas inglesas en Lienz se presento capitán Kantemír, el
comandante de un grupo cosaco, el mismo que las fuerzas alemanas localizadas
en el Norte de Italia prepararon y entrenaron para la organización de una
guerra de guerrillas, sabotaje y espionaje detrás de la línea del frente
soviético. El capitán cosaco propuso que él y su grupo trabajaran para el
Ejército - 8. La Comandancia de la brigada, preocupada por esta oferta, en
forma urgente solicita instrucciones a general
Arbuthnot.
Dicha solicitud finalizaba con palabras: "...Si antes de las 09:00 AM del 15
de mayo no recibimos instrucciones, los cosacos amenazan con organizar el
sabotaje al cuartel de la División inglesa".
Sin darse tiempo para poder manejar
este problema, cuando se presento el siguiente: la División entera cosaca
solicitó la autorización para realizar maniobras militares – la solicitud
nuevamente fue rechazada. A pesar de esto, "algunos cosacos irresponsables
manifestaron que antes de volver a la Unión Soviética, voluntariamente irán a
combatir en contra de Japón. Esta propuesta también fue rechazada".
Gente preparada y experimentada,
como lo era general Krasnov, por supuesto descartaban por completo el hecho
que los ingleses permitirán a los cosacos emprender incursiones en contra de
las posiciones del Ejército Rojo en Styria. Sin embargo, Krasnov esperaba que
los ingleses ayuden de alguna manera a los cosacos y no simplemente les
concedan un refugio en el Oeste, si no también permitirán mantener su
integridad nacional cosaca y preservar su patrimonio cultural único.
Inmediatamente después de trasladar el cuartel cosaco desde
Katschach hasta Lienz, Krasnov escribió una carta a mariscal Aleksander.
Recordándole aquellos tiempos cuando ellos juntos combatieron en la Guerra
Civil en el Ejército Blanco, Krasnov describió la situación actual de los
cosacos y rogó a mariscal que utilice toda su influencia para ayudarles. Nadie
sabe con seguridad, si esta carta llego al destinatario, pero general Krasnov
nunca obtuvo la respuesta.
Krasnov tenia una personalidad
excepcional. Nació en el año 1869 en una familia cosaca. Para el año 1945
tenia una trayectoria de vida compleja y difícil. En muchos aspectos se
asemejaba con Winston Churchill, antes que nada en su conocimiento profundo e
íntimo de la historia tempestuosa de su pueblo y un sentimiento romántico y
sincero asía esta historia. Igual que Churchill en su juventud, poseía un don
de aventurero y combinaba el servicio militar con el periodismo. En la década
de los 90 participo en una misión militar en Etiopía, en 1904 escribió sobre
la guerra Ruso-Japonesa para la revista "El Inválido Ruso". Durante la Primera
Guerra Mundial se destaco como comandante de un cuerpo de caballería, por lo
cual fue condecorado con La Cruz de San Jorge. Después de la Revolución de
Febrero y posterior renuncia del Zar, Krasnov, presintió la amenaza terrible
que se abalanzo sobre el Imperio Ruso, y se encontró entre aquellos, quien era
dispuesto a utilizar toda la fuerza para introducir la orden en el estado, que
en este momento estaba sumergido en un caos absoluto, a punto de desplomarse
en una catástrofe más grande de su historia. En año 1918, en la lucha contra
los bolsheviks, él colaboró primero con los alemanes, posteriormente con los
ingleses. Emigró después de la victoria final de los bolsheviks, vivió en
Francia y Alemania, se dedico esencialmente al trabajo literario, escribió
varias novelas y libros. Obtuvo gran reconocimiento internacional en círculos
literarios por una obra que podría ser considerada como un libro
autobiográfico - "Del Águila Bicéfalo a la Bandera Roja", que a sido publicado
por distintas editoras muchas veces.
En año 1941, cuando Alemania
invadió a la Unión Soviética, Krasnov percibió en esto una posibilidad
secuencial y lógica de participar en una lucha contra el viejo enemigo – el
comunismo. Pero para ese entonces ya era un hombre viejo, un anciano. En el
momento de su rendición ante las fuerzas inglesas, Krasnov cumplió 77 años.
Sin embargo, entrego el prestigio de su nombre al movimiento cosaco, con
frecuencia visito los campamentos alemanes para los prisioneros de guerra
rusos, escribió discursos de actualidad en la prensa de emigración rusa.
Krasnov se unió al Ejército de Domanov aproximadamente un mes antes de su
rendición.
Así era el hombre, a quien ahora los
cosacos entregaron todas sus esperanzas y las expectativas, confiados que
Krasnov les ayudará a salir de una vez por todas de esta desgracia.
Formalmente el comandante era Domanov, pero cada vez que los cosacos avistaban
desde lejos el automóvil de Krasnov, todos con velocidad de una bala disparada
volaban hacia fuera de sus tiendas de campaña para saludarle. Sin embargo, en
este tiempo en el campamento apareció otro personaje igual de notable por su
pasado heroico y no menos famoso, aunque diametralmente opuesto en su carácter
y en su personalidad.
En 10 de mayo los tanques del
regimiento Nº 56 se acercaron al pueblo Rennweg. En esta localidad las tropas
"aceptaron la rendición de un regimiento cosaco, incluyendo al viejo general
Shkuro, quien combatió en sus tiempos en el Ejército de Denikin". Una semana
después, junto con su formación integrada por 1400 cadetes, el general fue
transportado al campamento de Domanov en Lienz.
Si Krasnov personificó lo más
brillante del Ejército del Imperio Ruso, en Andrey Grigorievich Shkuro se
concentro todo el espirito salvaje cosaco de los tiempos de Bogdan Jmelnitskiy
y Stenka Razin. Su personalidad es absolutamente imaginable entre los héroes
de una obra literária - "Taras Bulba", o entre los cosacos en un cuadro
pintado por Répin- "Los cosacos de Zaporozhie escriben una carta al Sultán
turco". Cosaco de Kubañ, a los 31 años ya era coronel, durante la Primera
Guerra Mundial llegó a ser famoso por las audaces misiones de sus partisanos
cosacos. Cuando los cosacos se sublevaron en contra de los bolsheviks, entrego
todas sus fuerzas a esta lucha. Un oficial inglés -
comandante
Williamson, que combatió junto con
los rusos en aquella campaña, dejo para nosotros la descripción colorida de
este personaje pintoresco: "De pequeña estatura, con su cara quemada por el
viento y unos bigotes largos y amarillos, Shkuro era una de las figuras más
brillantes de la Guerra Civil. Nacido en una tribu en las montañas del
Cáucaso, era un cruel salvaje, como lo son los mejores representantes de su
pueblo. Era imposible imaginarlo sin un gorro de piel de lobo sobre su cabeza
y sin un parche tricolor rojo-blanco-azul del Ejército Voluntario en la manga
de su uniforme. En su regimiento de caballería, compuesto por 300 - 400
hombres, todos los cosacos en vez de los gorros (kubánkas) de piel de astracán
(karákul) usaban los gorros de piel de lobo. Su centro operacional fue
colocado sobre ruedas - en los vagones de un tren ferroviario. Por los
costados de los vagones fueron dibujados unos lobos que persiguen a su presa.
Esta gente era orgullosa y aguerrida, amantes de su libertad, verdaderos
monteses, armados hasta los dientes: una tradicional daga colgada sobre un
cinturón típico caucásico, una shashka (sable cosaco) colgada por un lado,
además de un revólver ocultado en alguna parte, y las bandoleras con cartuchos
cruzando sobre el pecho. Indudablemente, Shkuro era un comandante notable de
caballería, pero además era muy bueno para la juerga y para maldades de todo
tipo. Una vez, en compañía de tres ó cuatro oficiales de su regimiento,
irrumpió en una fiesta, en el salón de baile de un lujoso hotel de la ciudad
de Rostov, y anuncio en voz alta que era necesario que todos los honorables
huéspedes se “liberan” de sus joyas y dinero y lo entregan para cubrir los
gastos y “necesidades operacionales” de sus "lobos". Bastaría echar un
vistazo a sus ojos, maliciosamente brillantes por debajo de piel de lobo de su
gorro, para entender que es mejor no discutir con él. Además, los "lobos"
tenían una reconocida fama de asaltantes despiadados y poco misericordiosos.
De este modo Shkuro siempre se quedaba con un abundante botín".
Shkuro emigró de Rusia en año 1920.
Durante un tiempo ganaba la vida con los números de equitación en un circo,
pero mayormente se dedicaba a las borracheras con los viejos amigos en los
bares de Belgrado y de Munich. Cuando Alemania atacó a la URSS, se presento
ante las autoridades militares alemanas y ofreció sus servicios. Aunque no
gozaba del mismo respeto y autoridad en estos círculos como general Krasnov,
sin embargo su nombre era famoso y popular entre los cosacos: en los
campamentos y stanitsas (aldeas) cosacos todo el mundo conocia historias sobre
su valor, heroísmo y habilidad en combates. Oficialmente era el comandante del
regimiento de entrenamiento Nº 15 del cuerpo de caballería cosaco,
constantemente efectuaba visitas “sorpresa” a los campamentos y destacamentos
cosacos y participaba en todas las borracheras que podría encontrar. Era un
gran experto y conocedor de las “saladas” bromas y anécdotas militares, además
de ser un gran aficionado a las canciones tradicionales cosacas. Coronel
Konstantin Wagner me contó, que tenía que prohibir el ingreso de Shkuro a los
destacamentos de su 1º División de caballería Cosaco, puesto que todas sus
historias eran muy subidas de tono, además de estar relacionadas "con partes
específicas del cuerpo". En opinión del coronel Wagner, esto de ninguna manera
favorecía a la imagen del general, además de afectar gravemente y
negativamente a la disciplina militar. Pero los combatientes cosacos comunes
adoraban las visitas del “papá” Shkuro.
Al
anochecer, sobre Lienz sonaban las entonadas del general Shkuro. Los camareros
austriacos se apresuraban en atender su mesón en la calle, cerca del hotel
"Zum Goldenen Fish", sirviendo los vasos y las botellas con vodka. Al escuchar
la voz del “papá” Shkuro, de todos lados llegaban los cosacos jóvenes con sus
esposas y novias. Balalaicas y los acordeones agarraban el ritmo de la
canción, y a los mismos austriacos honorables y burgueses locales los
corazones comenzaban latir en unísono de la melodía contagiosa.
En la ciudad y sus rededores- en el
campamento y en las barracas de Peggez, se
encendían las luces. La oscuridad envolvía el bosque y los acantilados y
descendía sobre las aguas tempestuosas y ruidosas del rió Drau. Los últimos
rayos del sol se detenían por un instante sobre las simas nevadas de montañas,
y llegaba la noche. Pero abajo, en los pies de la cordillera, en Lienz,
sonaban canciones cosacas, tristes y alegres al mismo tiempo.
Entre aquellas
personas, a los que el destino unió en esos días con los cosacos, había mayor
“Rusty” Davis, un joven oficial del
Wales, que sirvió en el regimiento de Argil. Cuando el cuartel de su
regimiento fue trasladado a Lienz, el coronel
Aleck Malckolm
ordenó a Davis estar a cargo de los
cosacos. No era fácil su tarea. La cantidad de los cosacos acampados excedió a
los 20 mil de personas, y sus campamentos se extendían sobre un área de 12 -
14 millas cuadradas. Pero, según las palabras del mismo Davis, le fue de
agrado esta comisión. Como traductor y oficial de enlace estaba con él un
joven teniente, emigrante Butlerov- la abuela de este era inglesa.
Mucho tiempo después para Davis era
difícil de creer, que vivió en el ambiente de una comunidad cosaca solamente
tres semanas: los conoció tan de cerca y tan profunda fue la impresión que
dejaron ellos en su corazon. Al pasar los años aun mantiene los recuerdos
imborrables sobre aquellos días que compartió con los cosacos. Particularmente
se estableció una amistad sincera con Butlerov, quien le enseñó a montar
caballo y algunos trucos cosacos de equitación y quien fue su inseparable
acompañante durante continuas rondas por los campamentos. La disciplina y la
subordinación de los cosacos siempre se mantuvo en un nivel excepcional,
aunque Davis no miraba con buenos ojos algunos aspectos de la organización de
la vida interna en el campamento, particularmente- relacionados con la
sanidad. Él intentó inculcar en ellos algunos hábitos prácticos del Ejército
Inglés y en su opinión obtuvo cierto éxito en esta tarea.
Las conversaciones y reuniones de
carácter formal, aunque muchas veces muy animadas e interesantes de por sí, no
ocuparon mucho espacio en su memoria. Lo que más le impresionó fue la
camaradería, lealtad y franqueza de los cosacos, su aspecto pintoresco. Aunque
para comunicarse con ellos siempre se requería la ayuda de Butlerov u Olga
Rotovoa, pronto sentía la aceptación de la comunidad. Durante sus rondas
diarias a caballo las familias cosacas salían desde sus carpas y barracas
saludándole alegremente. Gente cálida y de buen corazón, ellos por su parte se
esforzaban para manifestar de alguna manera posible su agradecimiento y
aprecio a los ingleses por su ayuda, que les entregaban alimentos para sus
familias y mantenían con ellos una relación de amistad y amabilidad, en
contraste con el trato que recibían los alemanes. Los niños omnipresentes
perseguían al "Señor Mayor", pidiendo chocolate, que Davis nunca se olvidó de
llevar para este propósito en su bolsillo.
La mayoría de los cosacos trataban
de no pensar mucho sobre el futuro. Después de todas las dificultades que
lograron a sobrevivir, su permanencia en el campamento parecía ser un idilio,
y ellos disfrutaban de lo que les entregaba cada día de paz, aunque en calidad
de prisioneros. Entre los antiguos oficiales por supuesto había muchas
conversaciones, pero, ya que ni Krasnov ni Shkuro no recibieron ninguna
respuesta a sus llamados dirigidos a los altos mandos del Ejército Inglés, lo
único que les quedaba era aguardar y esperar.
Davis preguntaba en varias ocasiones
a los cosacos ¿qué preferirían, si les diesen la oportunidad para una
elección? Contestaban de muchas formas diferentes, pero todas las respuestas
fueron unánimes en un aspecto: no pueden regresar a la Unión Soviética, en
ningún caso. No solamente porque se trataba de un Estado, que renunció a todos
los estándares de la ley y normas morales. Los cosacos llevaban puesto el
uniforme alemán, en consecuencia, les podrían considerar como los traidores.
Era bien sabido que para todos los que fueron considerados por Stalin como
traidores, la elección era muy reducida: la muerte ó trabajo de esclavos en
los campos de concentración soviéticos.
En
principio estos miedos le parecían a Davis un poco exagerados, incluso los
consideraba como simples perjuicios. Como el mismo casi en broma me explicaba
- como si a él, natural de Wales, provincia britanica, alguien ordenara vivir
en Inglaterra. Pero su convencimiento osciló fuertemente, cuando una mujer
mayor, una anciana, le demostró claramente la razón de sus miedos. "Esto es lo
que me han hecho allí", dijo ella tímidamente y en forma muy reservada,
mostrándole las palmas de sus manos, - las uñas fueron arrancadas hasta las
raíces.
Davis intentó de alguna manera
calmar las preocupaciones de los cosacos, convencido que su gobierno era
incapaz de permitir que suceden acciones inhumanas de algún tipo. Él
desconocía la historia reciente de Rusia, tampoco tenía interés especial en
materias de la actualidad rusa, pero su educación y su experiencia personal
le indicaban que los caballeros, los "gentleman", del nivel de mariscal
Alexander, no pueden ordenar algo que podría conducir a tales atrocidades.
Después de todo, Inglaterra entró a la guerra para defender los derechos de
los pequeños pueblos y de la gente indefensa; y era imposible que después de
lograr la victoria final renunciará a sus ideales.
La mayoría de los cosacos creía a
Davis. Sin embargo, algunos, especialmente los ex - ciudadanos soviéticos, no
podían desprenderse de sus miedos. Nadie en Lienz - ni los ingleses ni los
rusos, nadie sabía sobre un acuerdo secreto, firmado al último día de la
conferencia de Yalta, pero en principio de mayo a los campamentos llegaron
noticias sobre la entrega de los ex - combatientes del Ejercito del general
Vlasov a las autoridades del régimen soviético. Algunos, probablemente han
oído hablar sobre las embarcaciones y buques con los repatriados, que zarpaban
desde los puertos ingleses a partir del octubre del año anterior. Pero los
cosacos se tranquilizaban con la idea, que ellos en calidad de antiguos
aliados de los ingleses recibirían un estatus especial; que el mariscal
Aleksander, el humanista, quien combatio alguna vez en filas del Ejército
Blanco, tendría la diferencia respecto a su destino; y finalmente, que la
mayoría de los oficiales y soldados eran antiguos emigrantes y nunca vivieron
en la actual URSS y nunca fueron ciudadanos soviéticos, por lo tanto no podían
ser enviados “de vuelta" al régimen soviético. Todas estas consideraciones
totalmente fueron compartidas por el líder más respetado de los cosacos - el
general Krasnov, quien en su carta dirigida a Alexander describió
detalladamente la situación de los cosacos. Es cierto, que la respuesta aun
no había llegado, pero probablemente, porque el mariscal mantenía consultas
permanentes con las más altas autoridades ingleses...
El comportamiento de los ingleses en
sus relaciones habituales con los cosacos confirmaba estos pensamientos. Ante
mayor Davis fue fijada una tarea interesante y difícil, y él intentó
realizarla de una forma más honesta posible. Así, entregaba su autorización y
visto bueno a los esfuerzos de los cosacos para equipar las escuelas e
iglesia, a la organización de misas, liturgias y los coros. En 20 de mayo él
reunió a todos los periodistas que residían en el campamento y les propuso la
iniciativa de publicar un periódico, prometiendo su ayuda para conseguir algún
local en Lienz para estos fines. Todos los domingos los cosacos se reunían al
aire libre en una misa religiosa, y la liturgia ortodoxa sonada en unísono al
sonido distante de las campanas de las iglesias en el valle de Drau.
En 15 de mayo
al campamento llegaron los representantes de la Cruz Roja, que distribuían
comestibles y objetos de primera necesidad. La vida en el campamento se
normalizaba gradualmente. Sin contar que a mitad del mes de mayo los soldados
ingleses se llevaron varios caballos cosacos, pero pronto se presentó la
posibilidad de entregar un reclamo formal personalmente a general – mayor
Arbuthnot
referente a ese caso,
cuando en 18 de mayo este visitó el campamento en Lienz. El general pasó por
el campamento, visitó los cuarteles en Peggez, donde residían muchos mujeres y
niños cosacos. Por lo visto, parecía estar totalmente satisfecho, se bromeó,
se rió y demostró su interés especial en la escuela militar del cuerpo de
cadetes. Pronunció para los muchachos varias frases alentadoras sobre el hecho
de que ellos son la esperanza y futuro de Rusia, compartió con ellos el
almuerzo y ordenó aumentar la ración alimenticia. Después, durante su reunión
con los oficiales de mayor rango, les expresó su admiración por la disciplina
reinante en el campamento. Después de agradecer a
Arbuthnot
por su evaluación,
general Domanov mencionó el tema de los caballos requisados. En este instante
el tono de Arbuthnot
se cambió
diametralmente, y contestó con molestia: " Aquí no hay caballos de los
cosacos. Los caballos son la propiedad del Rey de Inglaterra - al igual que
los mismos prisioneros cosacos". Fue entonces cuando por primera vez los
cosacos escucharon una declaración verbal hecha por un alto representante de
las autoridades inglesas, que su condición es considerada por ellos como de
los prisioneros de guerra. Todos coincidían que esta circunstancia no traerá
nada de bueno.
En realidad, en este término
propiamente tal no había nada de amenazante. Siendo prisioneros de guerra,
cosacos, de acuerdo al derecho internacional, tenían garantías de un buen
trato en los campamentos con subsiguiente liberación, como parte del
procedimiento legal. Pero Domanov desconocía estos detalles jurídicos y como
de costumbre pedió el consejo a su maestro y profesor, general Krasnov. El
viejo general estuvo de acuerdo con Domanov, que los acontecimientos tomaron
un rumbo desagradable, y decidió escribir una carta adicional al mariscal
Aleksander. Le recordó nuevamente sobre aquellos días, cuando ambos lucharon
en el Ejército Blanco contra los bolsheviks, acentuó su atención en la
situación actual de los cosacos y rogó a mariscal salvarlos... Pero esta
carta, al igual que la anterior, quedo sin respuesta alguna.
Se puede imaginar, con qué
preocupación los cosacos recibieron la siguiente sorpresiva orden, que de paso
confirmó el cambio en sus relaciones con los ingleses. En la madrugada del 27
de mayo, Davis notifico a los comandantes cosacos que para el mediodía todas
las tropas deben entregar sus armas. Sin embargo, de acuerdo a las condiciones
de rendición de los cosacos oficializadas inicialmente, en 8 de mayo, el
comandante de brigada Messon autorizó a los prisioneros cosacos mantener sus
armas para los efectos de autodefensa en contra de los partisanos alemanes o
italianos. Posterior a su traslado al campamento, el arsenal principal cosaco
- su armamento y municiones, que en esta nueva situación se convirtió en algo
innecesario, era almacenado en montones y los resguardaban los soldados
ingleses. Pero los soldados de Domanov, cumpliendo con sus funciones de
guardia y policía militar del campamento, tenían autorización para el uso de
armas de fuego en caso de ser necesario, y los oficiales mantenían sus armas
personales – revólveres, pistolas y shashkas (sables cosacas). (Los
caucásicos, acampados muy cerca del destacamento cosaco, estaban absolutamente
desarmados ya en 15 de mayo - puede ser porque los ingleses consideraban que
fueron ellos los instigadores de motines y desordenes, que anteriormente
tenían lugar en Carnia.)
Particularmente esta orden,
naturalmente causó miedos y sentimientos encontrados. Según los comentarios de
los mismos cosacos, los tranquilizo bastante un comunicado, que en vez de su
diversa y desigual armamento les entregarían armas inglesas (puesto que los
alemanes consideraban a Ejército de Domanov como una formación militar
irregular, su gente utilizaban armas más diversas – de origen italiano,
francés, alemán, ruso, además de otro tipo de armas que los cosacos
encontraban entre los trofeos de guerra ó "pedían prestado" en alguna
guarnición). En cualquier caso, los cosacos sin vacilar y rápidamente
respondieron a la orden, y la totalidad de las armas fue entregada, con la
excepción de algunos “objetos personales” ocultados por sus dueños “por si
acaso”... Cosacos, confiados en la
explicación entregada por Davis, sin manifestar algún tipo de resistencia,
convencidos, que si ellos realmente iban a ser equipados con nuevas municiones
y armas, no tienen porque desobedecer a esa orden que además fue considerada
como el signo de buena voluntad de los ingleses para una pronta solución de
los problemas de la comunidad cosaca.
Sin embargo, los cosacos nunca
conocieron la orden dada a las tropas inglesas, que controlaban el
campamento. En esa orden, firmada por el comandante de brigada Messon, fue
expresamente indicado que todos los grupos cosacos que se encontraban en el
campamento, deben ser completamente desarmados en transcurso de ese mismo
día. A continuación siguió una nota adicional: "si después de las 14:00
alguno de los prisioneros va a ser sorprendido en posesión de un arma o
munición, aquel debe ser arrestado inmediatamente, con posibilidad de ser
ejecutado por fusilamiento... Entiendo, que estamos tratando con
representantes de distintos pueblos, que su lengua es incomprensible para
nosotros, y que entre ellos hay un grupo numeroso de mujeres y niños... De
todos modos, en caso de necesidad ustedes pueden usar sus armas de fuego ya
que esta acción debe ser considerada como una operación militar ". Al final
del texto, comandante Messon reitera nuevamente sobre la necesidad de
disparar, si en algún momento la situación tiende a salir de control.
Probablemente, a los mismos soldados
ingleses les sorprendió este extraño preludio a la operación, con la cual los
cosacos colaboraron sin violencia, con buena voluntad y en forma absolutamente
unánime. Pero después de dos largas semanas de relativa tranquilidad e
inactividad las cosas comenzaron a desarrollarse con una rapidez que llamaba
la atención. El mayor Davis con su traductor, teniente Butlerov, se presenta a
la comandancia de Domanov en Lienz, y entrega una orden por escrito al ataman,
simultáneamente explicando a través del traductor los detalles de su
contenido: a todos los oficiales cosacos les indican que al dia siguiente
deben presentarse a una conferencia en cercanias de la localidad de
Oberdrauburgo, donde el mariscal Aleksander les informara sobre una importante
determinación tomada por las autoridades en relación con su futuro. Después de
entregar el escrito, el mayor Davis se despide y se va.
Para el mismo Butlerov, el contenido
de esta orden fue igual de sorpresivo, como para el ataman Domanov, y juntos
deciden preguntar al oficial inglés con mayor profundidad sobre el propósito
real de esta reunión. En tres semanas del trabajo conjunto, entre ambos -
Bytlerov y Davis, se armo una verdadera relación de amistad, y Butlerov podría
confiar totalmente en la sinceridad y franqueza del mayor. Butlerov pregunto,
si realmente se planifica una conferencia o se trata de algún tipo de juego
sucio o una trampa. Davis le aseguró, que todo esta en orden y no hay nada de
que pueden estar preocupados.
- De verás, es algo muy raro y
extraño, - insistió Butlerov - ¿por qué el mariscal se complica con este
trabajo? – es mucho más difícil organizar el transporte de dos mil personas en
camiones, cuando mucho más fácil que el mismo llega aquí en su automóvil
liviano. Algo no esta bien aquí... ¿Qué esta pasando y de que se trata en
realidad?
Davis se
encogió de hombros:
- No lo sé. Esta es la orden que
recibí, y no puedo cuestionarlo buscando explicaciones, además, sinceramente
yo no tengo la menor idea, que es lo que piensa el mariscal. Posiblemente,
allí tienen algún edificio ó local, conveniente para una reunión de esta
envergadura, por ejemplo como una sala de cine o un teatro. El campamento
carece de este tipo de locales.
Esto no
convenció a Butlerov:
- Ciertamente, es usted un soldado y
debe responder y obedecer a las órdenes. Pero además, espero que usted aún es
mi amigo. Usted sabe de hecho, que tengo a mi esposa y mi hijo en Peggez.
¿Usted puede darme la palabra de un oficial militar y de un caballero, que
volveremos al campamento esta tarde?
- Por supuesto. - le aseguró Davis.
Butlerov se quedo con dudas, pero
era inútil continuar con la conversación.
Mientras tanto,
el general Domanov llamaba por teléfono a todos sus oficiales, dispersos por
todo el campamento, informándoles sobre la orden recibida. Reunió a los
oficiales de mayor rango a las 11:00 AM en dependencias de la comandancia.
Leyó para ellos el texto de la orden: a las 13:00 PM de esta misma tarde,
todos los oficiales deben estar reunidos en la plaza, al frente de las
barracas del cuartel en Peggez, en el mismo lugar donde anteriormente ellos
entregaron sus armas. Él habló con calma, con tono de su voz muy tranquilo,
como si tratara de un asunto ordinario y rutinario. Cuando terminó, el
silencio se apodero de la oficina. Los oficiales trataban de analizar y
digerir lo que oyeron recién. Al instante empezaron con preguntas y dudas:
- ¿ Es necesario llevar los objetos
personales?
- No es necesario, todos regresarán
antes que oscurece, en la misma tarde.
- ¿Y que vamos hacer con los
oficiales, que no creerán a la orden y decidirán refugiarse en las montañas?
- Usted es el comandante del
regimiento y conoce bien sus responsabilidades. ¿Creo que Usted me entiende?
La
tranquilidad de Domanov claramente contrastaba con la agitación e inquietud,
que envolvió a los oficiales de mayor rango. Se fueron de vuelta a sus
regimientos, discutiendo y comentando con todos, a quien encontraban por el
camino ¿qué podría significar esto?.. Sus pensamientos desconcentraban en
dudas, tratando de adivinar las verdaderas razones, pero a pesar de lo absurdo
de la situación, que se asemejaba al proverbio sobre la montaña, que va a
Mohammed, la mayoría estaba inclinada al hecho de que la conferencia no es
inventada y, probablemente allí les declararán sobre la solución positiva de
su futuro. Algunos presumieron que les propondrán la residencia en alguna
colonia inglesa escasamente poblada. Según los comentarios de un cosaco de
Don, que no creyó en el cuento sobre “la conferencia” y se refugió en las
montañas, la mayoría de aquellos con quien él habló durante ese día en el
campamento, consideraban que se trata de un juego honesto y limpio... En el
campamento de Peggez, Olga Rotova comenzó la lección diaria del inglés en la
escuela militar, cuando le llamo el viejo general. Él deseó saber mas, en
relación con la actual contingencia. Puede ser, que Olga, como traductora,
escucho algo y sabe algo mas sobre el asunto. Pero ella no sabía nada, y
después de analizar nuevamente la orden, buscando infructuosamente “la quinta
pata del gato”, se fue a continuar con su clase en la escuela. Al despedirse,
le general le pedio su bendicion.
Sin embargo, la mayoría consideraba,
que independientemente de los motivos de esta conferencia, todos los oficiales
regresaran al campamento esta misma tarde. Las sospechas seguían solamente por
la forma sorpresiva de emisión de esta orden y la ausencia explícita de lógica
en el hecho que centenares de oficiales tenían que ser transportados para un
encuentro con un mariscal, por muy importante que sea... Pero la lógica
entraba en conflicto con muy elevada opinión que tenían los cosacos sobre los
ingleses y la confianza que mantenían en la honestidad de estos. Además, el
mayor Davis dio la palabra de honor a Butlerov, asegurando que los oficiales
volverán a Lienz por la tarde. Las mismas promesas fueron dadas por otros
oficiales ingleses, cuando los cosacos les hacían preguntas similares.
Incluso, un teniente juro con el "honor del oficial inglés". Cuando algunas
esposas de los oficiales se encontraron con Olga Rotova y con lagrimas en los
ojos pidieron que ella explicara que ocurre, un conocido teniente del
regimiento de Argil le aconsejo que les tranquilizara: “Todos ellos volverán
por la tarde. ¡Los oficiales irán a la conferencia, y sus esposas no tienen
porque llorar y preocuparse por ellos!"Mas allá de su confianza en la honradez
de los caballeros ingleses, muchos cosacos acallaron sus sospechas al ver la
tranquilidad con que el mismo general Domanov recibió esta orden. Los
acontecimientos de los últimos dos días no preocuparon al ataman. Creyó que la
orden sobre el desarme fue causado por la necesidad de re- establecer la orden
entre los caucásicos, que recientemente iniciaron unos que otros motines
esporádicos. Respecto a la conferencia misma, él tenía sus razones para creer
a los ingleses. Domanov, al igual que el general Krasnov, considero que esta
conferencia iba en relación directa con la carta que escribió Krasnov
anteriormente a mariscal Aleksander. Sobre la existencia de esta carta sabían
muy pocas personas, puesto que la razón principal para ella fue la respuesta
abrupta del general Arbutnot a una pregunta sobre la expropiación de los
caballos, y los comandantes entendían, que si los cosacos se enteraran que el
general los llama - “presos", esto podría causar desmanes y motines
generalizados en todo el campamento cosaco.
El comunicado
sobre la realización de esta conferencia le preocupó extremadamente a la
esposa de Krasnov, Lidia Fedorovna, pero Peter Nikolayevich tenia un aspecto
tranquilo y confiado. Al despedirse, abrazo a su esposa, le seguro que todo
esta bien y que no se preocupara mas de la cuenta. Dijo que volvería
aproximadamente a las ocho de la tarde, nunca mas tarde que eso, y –
apoyándose sobre el bastón, salió de su residencia a la calle, donde le
esperaba su automóvil personal. No dudó en absoluto, que en su reunión con
Alexander van a resolver de una ves por todas las complejidades de su futuro.
No dudó que el mariscal – es un hombre de honor. ¿Y quién explicará mejor a
este caballero la situación de los cosacos, que un viejo ataman, soldado y
escritor? A Lidia Fedorovna solamente le quedaba aguardar y rezar por su
marido. Paso un largo tiempo, llegó la noche. Su inquietud creció con cada
hora que pasaba. Llego la hora siete, las ocho... Es cierto, Peter
Nikolayevich es una persona muy lista, entiende de política y todo esas
cosas... mucho mejor que ella, pero prometió estar en casa a las ocho, y en 45
años de matrimonio no había un solo caso que falto a su palabra...
Mientras que Domanov, Krasnov y
otros oficiales de alto rango, personal de la comandancia en Lienz se
acomodaban en sus automóviles para dirigirse a la conferencia, otros oficiales
se reunieron, de acuerdo a las instrucciones, en la plaza enfrente de las
barracas del cuartel de Peggez. Se reunieron 1475 personas, todos - oficiales,
(solamente unos 50 se quedaban a cargo de sus regimientos respectivos), y la
apariencia misma de ellos fue un estupendo, extraordinario y pintoresco
espectáculo. Al encuentro con el mariscal los oficiales cosacos decidieron
presentarse en todo su brillo; todos llevaban puesto sus uniformes de gala,
planchado y arreglado para la ocasión por sus esposas, se alinearon en tres
columnas según los nombres de los regimientos, mostrando con orguyo los
parches sobre las mangas de los uniformes - "Don", "Kubañ", "Terek". Cada
columna encabezada por su ataman respectivo. Todos llevaban en su pecho sus
condecoraciones, medallas, ordenes y cruces, muchos de esos entregados
personalmente por el Zar Ruso. A un testigo presencial le llamo especialmente
la atención el portador de Bandera de los cosacos de Terek, una persona de
gran estura y de apariencia noble y orgullosa, con una barba blanca y ancha,
que flameaba en el viento. Con su mirada firme, en sus manos bien alto - la
bandera tricolor del Imperio Ruso.
La verdad, que en ese mediodía del
mes de mayo enfrente de las barracas de los cuarteles de Peggez se reunieron
los mejores representantes de la comunidad cosaca. Alrededor de la plaza –
familias enteras se despedían con sus hombres, muchas mujeres - con lagrimas
en los ojos. Respondiendo a la señal del mayor Davis, las columnas salieron
por las puertas principales de la plaza asía afuera, donde les esperaban
sesenta camiones. En grupos ordenados, los oficiales subieron a los camiones.
Todo esto ocurrió en silencio absoluto, cuando de repente estallaron los
gritos de una muchacha pequeña. Se soltó de los brazos de su madre y con
llantos corrió al camión, a donde subió su padre. Inconscientemente, la
pequeña presentía que su padre se irá por siempre y no lo volvería a ver nunca
mas...
Larga columna de camiones se movió
por el camino polvoriento en dirección al este. Por ambos lados, a lo largo
del camino se veían tiendas de campaña, carpas y barracas, cerca de los cuales
- los cosacos y sus esposas, parados, observaban silenciosamente como llevan a
sus líderes, sus comandantes. Pronto se quedo atrás el campamento cosaco, la
columna se detuvo en una pradera en medio del bosque, donde les esperaban
varios vehículos con altos mandos cosacos a bordo, pero Domanov no se
encontraba entre ellos. Todo la pradera fue rodeada por las tropas inglesas, y
de inmediato varios soldados ingleses armados con ametralladoras se embarcaron
en cada camión. Tan pronto como la columna retomo el movimiento, se unieron a
la caravana los vehículos blindados y los motociclistas armados que salieron
desde un escondite en el bosque. Esta escolta reforzada parecía sospechosa
para algunos cosacos, que dudaban sobre los propósitos reales de la
“conferencia”; otros, observando esto, consideraban que se trata de medidas
preventivas de seguridad, ante posibles ataques de los partisanos locales.
Entre los desconfiados se encontraba un cosaco de Kubañ, Alexander Shparengo.
Esta misma mañana, él discutió mucho con sus camaradas de armas, de modo que
incluso le reprocharon por su escepticismo excesivo. Lo cierto es que a
Shparengo le apoyó en su razonamiento un oficial, que comento
filosóficamente:
- Si, es cierto- no se puede confiar
en los ingleses...
Shparengo le
miro con asombro:
- Que significa eso ¿Usted tampoco
les cree? Entonces ¿porqué Usted decidió ir?
- Mira, lo primero- eso es la orden
de la Comandancia, y para mí esa orden es igual de incuestionable como lo es
para Usted ¿Dime, que no es así? Segundo, personalmente yo iré precisamente
porque no les creo. Si ellos con una facilidad impresionante se aliaron con
Stalin - con la misma facilidad y cinismo pueden traicionar a cualquiera...
Mientras que el camión se trasladaba
por la costa del río Drau, Shparengo no dejó de pensar: ¿Es posible creer a
los ingleses? De hecho ¿para qué ellos necesitaban realizar esta conferencia?
Suponiendo, que desean informar a los altos funcionarios sobre una resolución
importante, pero... ¿por qué tenían que literalmente descabezar a todas las
tropas y regimientos, exigiendo presencia obligatoria de todos los oficiales,
hasta los comandantes de menor rango? Es extraño e incomprensible... pero,
posiblemente es necesario para votar por algún asunto de mucha importancia.
(Al menos, de esa forma tradicionalmente se asían las cosas entre los cosacos,
pero... ¿con los ingleses?) No, esto no es algo común y por lo mismo - poco
creíble.
Repentinamente
lo envolvió una sensación de peligro, y él decidió escapar. ¿Pero como? ¿ Le
dispararían, si el salta del carro? Pensó que es imposible: si la conferencia
es real, los soldados no pueden matar a los que no quieren estar presentes en
ella. Pero si todo esto es una simple trampa, entonces - disparándole,
arriesgan revelar sus verdaderos planes. No, el peligro es mínimo. Él observó
todo alrededor: a la izquierda – la estación de Nikolsdorf, la columna
probablemente continuará su marcha hasta Oberdrauburg. La decisión maduró con
velocidad de un relámpago. "¡Caballeros, como desean Ustedes!” - gritó él-
“Pero yo no quiero seguir en este viaje. ¡Yo no les creo! (a los ingleses)".
Y con estas palabras saltó del camión. ¡"Sótnik fuera de borda! "- grito
alguien. Pero Shparengo, después de rodar cuesta abajo, ya estaba en pies y se
oculto en el bosque. Desde lejos observo una larga caravana; los vehículos
blindados escoltaban a los camiones, vio a sus camaradas, que agitaron con las
manos despidiéndose de él, paso un minuto mas - y todos los vehículos
desaparecieron de su vista. Después de quitar su uniforme, sótnik Shparengo
retomo el camino de regreso al campamento.
El ataman
Domanov con su traductor, de acuerdo a las instrucciones del mayor Davis,
salió de Lienz media hora antes que la caravana principal y justamente en este
mismo instante se presento ante la comandancia de la brigada de infantería Nº
36, situada a un kilómetro de Oberdrauburg. Le recibió personalmente el
comandante de la brigada, Sr. Messon:
- Siento mucho informarle, señor, -
dijo él, respetando breves pausas para la traducción, - que recibí la orden de
entregar a la división cosaca completa bajo la supervisión de las autoridades
soviéticas. Lamentablemente, mi misión consiste en informarles sobre esta
decisión, y de acuerdo a la orden expresa, no tengo otra opción para
ofrecerles. ¡Que les baya bien!
Domanov y Butlerov lo escucharon en
frío silencio, impresionados por esta sorpresiva noticia. Pálidos, se dieron
vuelta, regresaron a su automóvil y escoltados por los oficiales ingleses
emprendieron su viaje rumbo al este.
Traducido por Ruslan Gavrilov (spm111@yandex.ru)
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